Silencio se sueña: Posada Lalola en Buera

Por Ferran Martínez-Aira con fotos de Lola Rojas

Miguel Ángel Fernández (Barcelona 1954) descubrió la libertad de espíritu a dos horas de la Diagonal en pleno corazón de la Sierra de Guara (Huesca) concretamente en Buera, una pedanía de de 70 habitantes al cobijo de Alquézar. Este ex futbolista del Espanyol de los años setenta e hijo del acomodador de la Plaza de Toros de La Monumental se enamoró de un entorno jalonado por cañoñes que retumban con estrépito cuando el trueno penetra por sus entrañas. Miguel Ángel disfruta como nadie desde hace veinticuatro años de esas tormentas estruendosas del Somontano y de los cielos poblados por millones de constelaciones. Allí se compró una casa del siglo XIX para convertirla en su residencia y en su restaurante que bautizó como Lalola sin buscarle más paralelismos ni vínculos familiares. Todo un paraíso gastronómico que Miguel Ángel instauró sólo para vivir que no para hacer negocio como sucede a seis kilómetros en la bellísima Alquézar. En Buera no hay nada. Sólo silencio y una posada para soñar despierto: Lalola con un restaurante distinto a lo que habíamos conocido pero donde sobretodo te tratan con mucho cariño.

Tres años después de abrir Lalola, que ha funcionado simplemente con el boca a boca, Miguel Ángel habilitó la casa de enfrente (1998) como hotelito rural para que sus comensales, acompañados durante la cena por temas de Sabina, Serrat, Mocedades, Rocío Jurado o Luz Casal, que se hospedó en la Posada de Lalola componiendo alguno de sus éxitos, pudieran descansar sin tener que ponerse de nuevo al volante.

Son las cinco de la tarde. Los niños de Buera finalizan su jornada escolar. Los chiquillos esperan a Miguel Ángel en la plazuela del pueblo para disputar el tradicional partidillo de fútbol de todos los días. Antes, el restaurador ya ha dejado escrupulosamente a punto las mesas, así como alguno de los guisos que sus clientes degustarán, siempre al anochecer porque al mediodía, salvo puntuales excepciones, el restaurante no atiende peticiones de mesa (974318437) vente@laposadadelalola.com

Algunos comensales llegan a Lalola cuando el sol abandona el nítido cielo de Buera. Apenas traspasada la entrada huele que alimenta. Hoy Miguel Ángel ha cocinado fricandó con salsa de almendras que está para chuparse los dedos. Por delante, un refrescante gazpacho de sandía, un extraordinario tomate rosa de Barbastro y longaniza de Graus rellena de trompetilla negra y cebolla caramelizada. En Lalola no hay carta. Se cena lo que Miguel Ángel y Nelly han preparado aquel día en que tu descubres por primera vez este  templo del buen llantar. Su lema es sencillo: Damos lo que cocinamos. Unas noches te tocan pimientos rellenos de tortilla de patatas y el bacalao con muselina y otras te relames con el ternasco de Aragón, el canalón de setas o la escalivada con pimientos de la tierra como todas las viandas que llegan a las mesas, montadas con mil recuerdos de éste Quijote del Eixample barcelonés.

 Cenar en Lalola equivale a una ceremonia gastronómica, siempre a luz de las velas, rematada con exquisitos postres caseros como el sorbete de mojito, la tarta de manzana o el quesito de cabra con pasas. Todas las especialidades de la casa acompañadas de los apreciados vinos del Somontano, a un precio más que razonable porque Miguel Ángel detesta pagar más por la bebida que por la comida en este caso la cena, salvo unas semanas después de Reyes cuando Miguel Ángel aprovecha para desconectar de su restaurante y descubrir los pocos secretos que desconoce de la Sierra de Guara.

La Posada, con suelos de barro y madera, dispone de siete habitaciones dobles que garantizan sosiego: Dos en la planta inferior al amparo de un confortable salón con chimena, idóneo para la lectura y cinco en la parte superior a las que se accede a través del jardín. Todas equipadas con baño, televisión y wifi hasta que cierras los ojos para acopiar fuerzas para el día siguiente. Pero si después de cenar todavía te queda energía para dar una vuelta y hacer bueno aquel refrán de mi madre: La comida reposarla y la cena pasearla, podrás contemplar un idílico cielo estrellado en las afueras del pueblo.

Si tenemos el privilegio de ocupar una de las habitaciones según se entra a la izquierda descubriremos óleos contemporáneos de Andrew Wyeth, de Marco Rellens y de Jean Patton, con los motivos más diversos, algunos relacionados con la procedencia barcelonesa de Miguel Ángel que de vez en cuando se acerca a la Ciudad Condal para visitar a su madre y llevarla a comer a Can Culleretes y pasear por su barrio de toda la vida cerca de la Escuela Industrial hasta que emigró a la comarca del  Somontano, donde desde hace casi cinco lustros nuestro Quijote ha convertido Lalola en una marca que no tiene precio y un referente que atrae a las personas más diversas. La media pensión sale por 105 euros diarios, incluida la cena y el desayuno con zumo de naranja natural.

Lalola no sólo sirve cenas de rechupete, a la familia Real incluida, eso sí sin fotos en los muros donde se reconocen Carlos Latre o Maribel Verdú o periodistas como Julio César Iglesias o Carlos Herrera, sino que el restaurador aconseja donde comprar los vinos calidad-precio (Murillo en Barbastro) o el mejor aceite (Ferrer en Bierge). Además, nuestro anfitrión nos situa en el lugar donde más brillan las estrellas como es el observatorio del Rodellar a 18 kms. de Bierge o curiosidades como los lavaderos moros de Azlor. La generosidad de Miguel Ángel queda al descubierto cuando nos recomienda dos restaurantes en Alquézar: Casa Pardina y La Marmita del Vero donde cenamos en la terraza contemplando la Iglesia de San Miguel (foto) con la Colegiata iluminada al fondo.

Casi sin movernos de Buera podemos pasear hasta la Ermita de Santa María de Celis (foto) o visitar la impresionante población de Alquézar con su Colegiata de Santa María La Mayor o sus célebres Pasarelas del Vero, pero siempre seleccionando la temporada cuando la masificación escasea y se puede disfrutar del encanto de esta villa medieval que ha inspirado a varios cineastas para rodar allí sus películas como Incierta Gloria de Agustí de Villaronga, patrocinada por el Gobierno de Aragón.

En dirección a Colungo la carretera serpentea entre cañones y puentes hasta Lecina con su encina mileria y el sendero de San Martín. De regreso por la misma ruta que has de volver a pisar, antes de llegar a Asque es obligado detenerse en el Mirador del Vero, donde cuenta la leyenda que Antonio Gaudí se inspiró en estas descomunales paredes para construir la Casa Batlló (La Pedrera). Sin embargo, ciencia o ficción, las aguilas reales, los quebrantahuesos y los buitres leonados sobrevuelan esta maravilla de la Sierra de Guara, velando celosamente por sus crías que anidan en unas colosales rocas que te dejan boquiabierto. En Colungo se puede comer un menú casero de 15 euros en el Mesón que da nombre al pueblo. En Bierge pagamos el mismo precio en la Hostería de Guara. De cuatro a ocho de la tarde se puede comprar aceite puro de oliva en todas sus variedades en Ferrer, cuya fábrica conserva la prensa centenaria de la primera generación. Se pueden concertar catas y visitas (974318106)

En nuestro camino de regreso nos detenemos en Barbastro. La Catedral y el Paseo de las Fuentes junto al Vero componen un paisaje pintoresco por las casas de colores. La Plaza del Mercado con frutas y hortalizas, recolectadas el dia anterior, centran nuestra atención. Tomates, pimientos, berenjenas, patatas, cebollas, higos, melocotones, coca de calabaza, la trenza de Almudévar y los vinos del Somontano de Bodegas Murillo, donde nos atendió amablemente Francisco, son el recuerdo que cargamos en nuestro maletero. Sin embargo, antes de partir dimos buena cuenta de unas chuletillas en el Mesón del Vero, una antigua chocolatería convertida desde hace cuatro lustros en frutería selecta y acogedor restaurante intimista. Nos quedan dos horas hasta la Diagonal sin pagar peaje. La escapada ha merecido la pena. Silencio se rueda: La Posada de Lalola en Buera.

A Lola, mi fiel compañera en mi lucha para vencer el cáncer

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